miércoles, 20 de marzo de 2013

Las cárceles en Colombia

Familiares de los presos exigen dignidad detrás los muros.


por ELN
Miércoles, 20 de Marzo de 2013

El hacinamiento, ha empeorado con la entrada en vigencia de la Ley 1453 del 2011. Esta ley, comúnmente identificada como “Ley de seguridad ciudadana”, incrementó las penas de algunos delitos y modificó sustancialmente la tendencia de crecimiento de la población reclusa a partir de Junio 2011
Nueva cultura carcelería
En los años 2000, Colombia y Estados Unidos firmaron un acuerdo para el “mejoramiento” del Sistema Carcelario Colombiano. Buscaban con ello ampliar el Plan Colombia al sector de las prisiones del país, así como consolidar estrategias tendientes a buscar un mayor control de las cárceles colombianas.
Se configura entonces lo que han llamado la Nueva Cultura Carcelaria que se presenta bajo la forma de una “americanización” del sector carcelario y penitenciario colombiano, tanto a nivel reglamentario como arquitectónico.
Se construye así la primera de ellas, la penitenciaría de Valledupar, Cesar, en el 2001 y seguidamente se construyeron los otros centros carcelarios llamados Establecimientos Penitenciarios y Carcelarios de Alta y Mediana Seguridad, EPCAMS: Cómbita, Dorada, Acacías, Palogordo, Popayán.
El modelo inaugurado con los EPCAMS tiene su continuidad en los ERON, (Establecimientos de Reclusión de Orden Nacional), pues la preocupación por la seguridad prima sobre los derechos elementales de las internas e internos, así como sobre su resocialización. Esto se constata al leer el primer objetivo planteado en el proyecto ERON “maximizar la seguridad a través de la implementación de tecnología de punta y unificar los cerramientos (líneas rectas que no dejen puntos muertos), disminuyendo el número de personal empleado para garantizar la seguridad de los establecimientos”. De esta manera se reducen los costos económicos de personal.
Estas construcciones afectan manifiestamente la dignidad de los presos, así lo han expresado instituciones del mismo estado como Procuraduría General de la Nación, Informe de evaluación de diseños de proyectos nuevos establecimientos de reclusión del orden nacional, ERON, Bogotá, abril de 2008 y Consejo Nacional de Política y Social (CONPES), Documento 3575, Estrategia para la expansión de la oferta nacional de cupos penitenciarios y carcelarios, seguimiento a los CONPES 3277 de marzo 2004 y 3412 de marzo de 2006, Bogotá, 16 de marzo de 2009.
Bajo esta Nueva Cultura Carcelaria, permanentemente el INPEC se queja de su falta de recursos y emplea este pretexto para justificar el no cumplimiento de todas sus obligaciones respecto a los derechos de las personas privadas de la libertad, encontrando a nivel nacional una serie de irregularidades que van desde el hacinamiento, inasistencia en salud y saneamiento básico, mala alimentación, carencia en programas de redención de pena, mal servicio de las oficinas jurídicas reflejando negligencia en los trámites jurídicos ante jueces y demás organismos de control del estado.
El hacinamiento un problema histórico
En materia de hacinamiento, como lo muestran las cifras, en las dos últimas décadas Colombia ha experimentado un aumento drástico y sostenido de las tasas de encarcelamiento. Durante el período comprendido entre diciembre del 1993 y abril del 2012, la población de internos pasó de 29.114 a 107.320 personas. Hoy el índice de hacinamiento alcanza su máximo histórico, al llegar a 41.8 por ciento.
El hacinamiento, que ya se hace insostenible, ha empeorado con la entrada en vigencia de la Ley 1453 del 2011. Esta ley, comúnmente identificada como “Ley de seguridad ciudadana”, incrementó las penas de algunos delitos y modificó sustancialmente la tendencia de crecimiento de la población reclusa a partir de junio del 2011. Así, entre junio del 2011, mes en el cual entró en vigencia la Ley 1453, y abril del 2012, la población penitenciaria aumentó en 13.933 personas. En total, se pasó de 93.387 internos en junio del 2011 a 107.320 internos en abril del 2012.
De acuerdo con cálculos y cifras del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (INPEC), la población reclusa crecería en promedio 18.000 internos por año, con lo cual se llegaría a 156.700 personas detenidas para diciembre del 2014. Este incremento de la población reclusa es preocupante puesto que para finales del 2014 si la tendencia continua y la política criminal no mejora, se generaría una sobrepoblación aproximada de 80.000 personas, lo cual haría que el índice de hacinamiento fuera incluso superior al 100 por ciento.
Esta eventual sobrepoblación, en términos de sostenibilidad financiera, haría colapsar al sistema carcelario. En el 2012 el sistema presento un déficit presupuestal del 13,5 por ciento. Ahora, si se considera que el costo anual de un interno, según el INPEC, es de 11.540.372 pesos, para el 2015, el déficit presupuestal podría ser superior al 40 por ciento.
Como es obvio, este déficit agravaría la situación de la población reclusa y le impediría al Estado cumplir, por ejemplo, la contratación adecuada de los servicios de salud y la alimentación para los internos, el mantenimiento de la infraestructura, los traslados o el suministro de materiales para las actividades de resocialización.
A su vez, el hacinamiento y los problemas de financiación se traducen en las escasas oportunidades de educación y trabajo que las cárceles ofrecen a la población reclusa.
¿Y de la resocialización qué?
La educación y el trabajo son dos de los pilares del esquema de la llamada “resocialización” del sistema penitenciario, la realidad de las prisiones colombianas muestra que el Estado está lejos de proveer las condiciones mínimas necesarias para alcanzar el ideal de resocialización que justifica su accionar.
Por ejemplo, de acuerdo con cifras del INPEC, en 1999 el 41 por ciento de la población carcelaria tenía trabajo; en diciembre del 2005 el 34,4 por ciento tenía alguna ocupación y en septiembre del 2008 tal porcentaje fue del 31,7 por ciento.
En la actualidad, la población reclusa ocupada es de sólo el 27 por ciento. En este sentido, se puede decir que la prisión colombiana no ha sido capaz de lograr su fin último y más importante, que es reformar y educar a los reclusos, y que esta ha sido una institución puramente punitiva y no en un mecanismo de rehabilitación.
Ante la crisis del sistema penitenciario, la solución reiterada que el Estado colombiano ha ofrecido ha sido históricamente la misma: la construcción de más establecimientos de reclusión. Sabemos que esta no es la solución puesto que la población reclusa seguirá aumentando de forma constante y acelerada, producto de las políticas punitivas del estado que no resuelve los problemas que generan criminalidad.
La experiencia muestra que las nuevas cárceles sólo suplen parcialmente los problemas de hacinamiento existentes (permitiendo reubicar a la población hacinada actualmente), pero no resuelven el problema de fondo quedando claro que la construcción de más cárceles y penitenciarías es una solución errada.
La muerte ronda las cárceles Colombianas
En materia de salud la situación es aún peor, para citar un ejemplo vale anotar que en la cárcel de Bellavista, en los últimos cuatro años, ya son 50 los internos muertos, otra cifras hablan de que solo en el año 2012 murieron 81 personas privadas de libertad en las cárceles del Estado colombiano bajo la custodia y vigilancia del INPEC.
Como otra evidencia de lo anterior en el año 2012 los, presos interpusieron 3.387 tutelas por fallas en el servicio de salud. En resientes visitas hechas a las cárceles colombianas por el defensor del pueblo Jorge Armando Otálora Gómez, entregó un primer diagnóstico luego de una visita de seis días a las cárceles del país y prendió alarmas por la crisis carcelaria según el cual, los reclusos en el país están siendo atendidos “en condiciones que no se compadecen con los derechos mínimos que debe tener un ciudadano” agregando además que los graves problemas de salud que se registran en las cárceles no son sólo producto del hacinamiento, sino de la deficiencia de las entidades prestadoras de los servicios en los que CAPRECOM tiene una gran cuota de responsabilidad.
La dignidad humana vulnerada
Múltiples son los problemas a enfrentar en las prisiones colombianas el despojo de la dignidad humana en las cárceles de alta seguridad de los internos e internas es enorme, pues el INPEC con el cuento de la seguridad convierte al recluso en un objeto al que quiere manipular a su antojo, la guardia en estos penales controla a su capricho el suministro de agua luz, teléfono recreación, etc., y muchos derechos de los presos como por ejemplo el núcleo familiar, quedan reducidos a la mínima posibilidad, debido que como castigo el INPEC disemina a los presos en las diferentes cárceles del país lejos de su entorno familiar.
Es así como el promedio de horas que un menor comparte con su padre preso en teoría serian 48 horas al año, una vez al mes durante 4 horas diarias, que se convierten en tres o dos por tramites de entrada y salida, y en el hipotético caso de que tenga los recursos necesarios para ser visitado cada mes. De igual manera sucede con las visitas íntimas que según reglamento interno de cada prisión corresponde a una hora cada mes, equivalente a 12 horas al año en el mejor de los casos sin perder la posibilidad mensual de visita.
La realidad nos ha dibujado un panorama desastroso donde el núcleo familiar se rompe como consecuencia de este régimen de imposiciones que van en contra de la constitución, la ley y la sensatez en el entendido de que ¿dónde llega el preso después de su condena si ya no tiene hogar, ese que dejo al momento de su captura? “La familia es el núcleo fundamental de la sociedad. El Estado y la sociedad garantizan la protección integral de la familia. La honra, la dignidad y la intimidad de la familia son inviolables. Las relaciones familiares se basan en la igualdad de derechos y deberes de la pareja y en el respeto recíproco entre todos sus integrantes”. (Art. 42 C.N).
Y la lucha continua
Frente a estos problemas que son mucho más complejos si los detallamos en su particularidad, los presos en Colombia hemos logrado mantener una dinámica constante de lucha y denuncia púbica, con expresiones organizativas como el Movimiento Nacional Carcelario, acompañados de diversos sectores en los que podemos contar Ongs, corporaciones, medios de comunicación y distintas personalidades de la vida nacional etc.
En la actualidad seguimos insistiendo en que se atienda la problemática carcelaria y se discuta a fondo la política criminal y penitenciaria que se aplica en Colombia, partiendo de que el problema de la criminalidad en nuestro país es el reflejo de la situación actual de la sociedad, situación que no puede ser resuelta solo desde la imposición de penas de prisión, sino desde una visión de resolver las causas que originan los hechos delictivos o infracciones a la ley.
Los infractores de la ley no pueden ser confinados a pasar toda la vida en prisión, las altas condenas en Colombia son una manera disfrazada de cadenas perpetuas que acaban hogares y destruyen vidas humanas contrariando la visión de justicia acorde con nuestra condición de defensores de la vida y la libertad.

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