Por ELN
El ELN siempre ha sostenido que la guerra
de Colombia - al igual que todas las demás guerras del mundo - obedece razones estructurales.
“La |prolongación de política por otros medios”, al decir de Von Clausewitz. Ellas
no son el resultado del capricho de los actores armados; dicho de otra manera, no
hay guerras porque hay guerreros; éstos son consecuencia y no causa.
No
obstante, la lógica maniquea que siempre ha empleado el Estado colombiano respecto
a una posible paz para el país es la siguiente: al eliminar uno de los actores armados
(en este caso, la insurgencia), la guerra termina. A esto se le llama “pacificación”,
que se logra históricamente por una combinación de dos estrategias: la vía militar
seguida por la vía de la mesa de diálogo.
Frecuentemente,
estas dos se combinan como sucede ahora con la actual mesa de negociación, o cómo
sucedió en los diálogos de paz de El Salvador o en el Caguan.
Esta
ruta la han seguido todos los presidentes colombianos que protagonizaron procesos
de diálogo desde 1982: Cada mandato presidencial se dividió en dos: dos años de
paz, seguidos por dos años de guerra (Betancourt, Gaviria, Pastrana, Uribe) o el
modelo invertido: dos años de guerra seguido por dos años de paz (Barco, Santos).
En cualquier caso, la apuesta ha sido siempre la misma: “la combinación de las formas
de lucha” como estrategia contrainsurgente diseñada para lograr la desmovilización
y desarme de la insurgencia. Los procesos de diálogo, desde la perspectiva del Estado,
al formar parte de la estrategia general de contrainsurgencia no son más que una
continuidad de la guerra.
Para
comprender la guerra y, por ende, para empezar a dimensionar objetivamente los caminos
de una paz duradera, hay que mirar más allá de los actores, y fijar la mirada en
las causas estructurales. Éstas obedecen no solamente a la dinámica histórica de
confrontación de clase que ha padecido Colombia desde más de un siglo, sino del
creciente valor geoestratégico y geopolítico que ha adquirido nuestra patria desde
finales del Siglo XIX.
Colombia
geoestratégica
Colombia
ha representado desde el siglo XIX un inmenso valor geoestratégico para el poder
imperial del norte. Goza de acceso a dos mares, es la “bisagra” entre Mesoamérica
y América del sur, vigila al canal interoceánico de Panamá, goza de amplias reservas
de petróleo y biodiversidad y es un país riquísimo en recursos minerales.
Por
ello, el imperialismo norteamericano siempre ha utilizado Colombia como una plataforma
para su proyecto de guerra. Miremos los hechos:
En
la Guerra de los Mil Días (1899-1902), los Estados Unidos tuvieron una injerencia
significativa, al proveer armas a los contendientes y atizar las llamas de la conflagración
civil que dejó hecho trizas a la sociedad colombiana. El resultado concreto fue
la escisión de Panamá de Colombia y el apoderamiento del canal interoceánico por
parte de los EE.UU. Vale notar que el pacto que puso fin a esta guerra fue firmada
en el acorazado estadounidense, el “Wisconsin”.
Abril
1948, fecha que recordamos por el asesinato de Gaitán, marcó el inicio de la Guerra
Fría en América Latina. La visita a Colombia del general Marshall de EE.UU, con
el fin gestionar la creación de lo que sería la Organización de Estados Americanos
(OEA) y alinear las naciones de América Latina en la gran cruzada anti-comunista
mundial, da constancia de que Colombia ha sido desde mucho un PROYECTO DE GUERRA
de los Estados Unidos y la oligarquía colombiana.
La
guerra ha sido la forma predilecta de lograr la dominación, control y acumulación
capitalista para Colombia y para la región caribeña-andina-mesoamericana desde hace
más de un siglo y por ello se debe considerar como un proyecto estructural de raíces
profundas y de largo alcance.
No
es casual que a escasamente un año de la primera elección de Hugo Chávez a la presidencia
de Venezuela (1998) se anuncia la creación del Plan Colombia (1999), un plan supuestamente
contra-narcótico, pero en realidad contrainsurgente, que fue diseñado y redactado
en Washington y no en Bogotá. Además del apoyo económico-militar directo para las
fuerzas represivas de nuestra patria, el Plan Colombia significó también un despliegue
de pequeñas bases de avanzada (Forward Operating Locations FOL), logrando un posicionamiento
estratégico en la región del Andina, la Cuenca Amazónica y el Gran Caribe.
Desde
el surgimiento del bloque progresista de naciones (Venezuela (1998), Bolivia (2005),
Ecuador (2006), entre los casos más destacados) el imperio del norte le otorga mayor
peso a Colombia como plataforma contrainsurgente continental; la concibe como una
base desde la cual se pueden desplegar los planes desestabilizadores por toda la
región andina y sudamericana.
El
Plan Colombia prontamente fue redimensionado y rebautizado como Iniciativa Regional
Andina (IRA) y en 2009, los Estados Unidos pactaron con el gobierno de Álvaro Uribe
Vélez la implantación de 7 bases militares yanquis en territorio nacional. Es decir,
en el lapso de una década (1999-2009), Colombia se reingenierizó como un verdadero
andamiaje contrarrevolucionario para la región.
Formando
parte de la Alianza para el Pacífico, iniciativa impulsada los EE.UU, Colombia ahora
juega parte en la estrategia de posicionamiento del imperialismo en el Pacífico,
como parte del proyecto estratégico de contención de la expansión China.
Un
dato más: gracias en gran medida a los casi 6 mil millones de dólares de “ayuda”
estadounidense, y la designación del 6% del PIB de la nación a la defensa y seguridad,
las fuerzas armadas colombianas aumentaron en tamaño hasta contar con 500 mil efectivos,
convirtiendo al ejército de Colombia en el más grande del hemisferio después de
los EE.UU. Obviamente, ese despliegue militar tiene objetivos que rebasan las fronteras
colombianas y trascienden lucha contra-guerrillera nacional.
La
pregunta del millón
Ante
todo lo anterior urge plantearnos la siguiente pregunta: ¿Se desactivará todo ese
andamiaje militar en caso de una posible firma de la paz con la insurgencia? ¿Se
desmilitarizará Colombia y la región?
Vale
señalar que con el fin de la Guerra Fría los presupuestos militares, antes de disminuir,
aumentaron y los conflictos bélicos se multiplicaron por el planeta. Desde inicios
de los 1990, el complejo militar industrial y los traficantes de armas obtuvieron
astronómicas ganancias.
Si
bien la frontera norte de Colombia – en términos geográficos – es Panamá, en sentido
político, son los EE.UU. ¿Cuál es el interés del imperialismo norteamericano en
una solución política negociada a la guerra interna de Colombia?.
Los
intereses en la paz del imperialismo y la oligarquía
Conseguir
la solución política no implica necesariamente la desmilitarización de Colombia
o la región, de la misma manera que el fin de la Guerra Fría no significó mayor
paz para el mundo, sino la intensificación de las conflagraciones bélicas.
La
oligarquía tradicional colombiana, representada fielmente por JM Santos, busca la
modernización capitalista del país y entiende que el negocio los miles de millones
en inversión extranjera directa, prometidos por empresas y gobiernos, y las millones
de hectáreas proyectadas para el saqueo minero, venta de biodiversidad y producción
de biocombustibles, no puede fructificar mientras el movimiento insurgente (y agregaríamos,
las comunidades en resistencia, en general), no cede su influencia sobre los territorios
estratégicos del país.
El
éxito de las “locomotoras” de desarrollo del gobierno de Santos, va a depender la
insurgencia desaparezca como obstáculo.
El
imperialismo, a su vez, parece estar ejecutando una nueva estrategia del Pentágono
para la dominación militar. El abismo fiscal en el que ha caído el imperio no le
permite desplegar tropas y gran infraestructura militar por todo el planeta, como
lo ha hecho en Irak y Afganistán. Ya no puede continuar financiando proyectos como
el Plan Colombia. Tiene que reducir gastos y a la vez ganar en agilidad y efectividad.
La reingeniería del Pentágono parece estar caminando en esa dirección.
No
obstante, el complejo militar-estadounidense sigue fabricando armas y seguirá necesitando
de guerras y conflictos para poder vender sus arsenales. Donde no existen, seguro
los crearán.
El
papel de la crisis capitalista
La
clase dirigente colombiana entiende bien que el capitalismo va resolviendo su crisis
retornando a la “acumulación originaria”, al decir del viejo Marx, que no es otra
cosa que la “acumulación por despojo” de tierras, territorios y recursos.
Los
recursos primarios (commodities) y la tierra misma se han convertido en un nicho
especulativo para el capital financiero, permitiendo una revitalización del sistema
financiero mundial. El resultado son altísimos precios de materias primas, minerales
estratégicos, alimentos y de las tierras mismas. En gran medida, a esto se deben
las tasas de crecimiento económico que gozan los países de Nuestra América.
El
extractivismo como motor modelo de crecimiento económico implica mayores presiones
sobre los territorios. A mayor presión, mayor resistencia social y comunitaria.
Es por ello que David Harvey, geógrafo y teórico marxista, plantea que “la acumulación
por despojo” tiene que ser necesariamente una “acumulación militarizada”, ya que
las grandes inversiones de las transnacionales, que son el motor de la recomposición
capitalista, necesitan proteger sus inversiones de todas las formas de resistencia
que provocan.
Las
guerras de hoy, como es el caso del reciente asalto francés y estadounidense a Mali,
tienen como telón de fondo la lucha por el control de los recursos estratégicos.
En
conclusión
Es
improbable que una paz firmada en la mesa de negociaciones conlleve a la des-militarización
de Nuestra América y que desactive el complejo militar-industrial. Eso solo se logrará
mediante la transformación de las causas estructurales que son el motor de todas
las guerras.
Es
por ello que el ELN seguirá insistiendo en que la paz es más que el “fin de la guerra”;
es luchar por transformaciones estructurales y en defensa de las comunidades en
resistencia es la esencia de nuestro compromiso de NUPALOM (NI UN PASO ATRÁS, LIBERACIÓN
O MUERTE).
Pero
esa no es una tarea que le compete única y exclusivamente al pueblo colombiano.
Solamente el concurso de todos los pueblos del continente, avanzando hacia un horizonte
superador del capitalismo, modificará las raíces que fomentan las guerras y los
conflictos en Nuestra América.
Los
pueblos de Nuestra América deben tener conciencia que sus destinos están atados
a la lucha paz en Colombia
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